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jueves, 27 de mayo de 2010

Casino Royale (2006) Martin Campbell

No sé por qué razón cada vez que salgo del cine, de donde minutos atrás acabo de ver una cinta del agente 007, me invade una sonrisa de oreja a oreja. Tal vez se debe a que muy en el fondo sigo siendo aquel niño, de sueños imposibles, embriagado por ese fantástico mundo de excitantes aventuras, países lejanos y exóticos, hermosos ejemplares del genero femenino, artefactos inusuales, costosos vehículos y bebidas, y la presencia de un personaje que es y será por siempre el único héroe del celuloide y la literatura que he admirado tanto como para creer que de alguna forma estoy destinado a convertirme en el.

Vale la pena remembrar el explosivo debut de Daniel Craig en el codiciado papel estelar, un inglés que rivaliza de modo patente y claro con el gran Sir Sean Connery, tirando por la borda toda la duda e incertidumbre que se reflejó al momento de su selección oficial (incluso las de un servidor) vacilaciones respecto a su calidad como actor, a su carisma, e incluso al atractivo físico requerido para el papel.

La lucha por llevar al cine el texto donde nacería James Bond tomó varios decenios. Ian Fleming escribió la novela en 1954, en ese año la televisión norteamericana le había comprado los derechos, de esa forma lograron ‘comprimirla’ y adaptarla a la pantalla chica como un episodio más de la serie ‘climax’ de la CBS, donde el americano (inaudito) Barry Nelson encarnó al 007. Luego, en los 60, Bond haría un salto a la gran pantalla, consiguiendo rotundo éxito y popularidad. La ‘Bondmania’ fue bien vista por el megalómano productor Charles K. Feldman, único poseedor de los derechos de la novela, quien trató de adaptarla usando, desde luego, al Bond original Sean Connery, pero sería rechazado por este. Feldman ideó entonces, como respuesta a la serie original, una estrafalaria parodia usando a iconos como David Niven, Peter Sellers y Orson Welles en ‘Casino Royale’ de 1967, pero sin conseguir éxito comercial ni artístico.

Con el tiempo, la compañía productora y distribuidora de la serie ‘oficial’ del 007 adquirió por fin los derechos de la obra literaria.
Antes de la preproducción de la cinta, el afamado realizador Quentin Tarantino expresó interés en escribir y dirigir la nueva y adaptación del clásico al celuloide, enfoque que al final no convencería del todo a los productores, por lo que contrataron en la dirección a un veterano de la serie, el neozelandés Martin Campbell (Goldeneye) y en la escritura del guión a Neal Purvis y Robert Wade, escribas de tres aventuras previas del 007. Estos a su vez contaron con la valiosa ayuda del oscarizado guionista canadiense Paul Haggis, quien dotó de memorables líneas el ya de por si abultado historial de diálogos clásicos que contiene la mítica franquicia creada por Albert R. Broccoli y Harry Saltzman.

Esta probó ser una cinta Bond alejada de los cánones previos, brillante y fiel al espíritu macilento y nihilista de la novela. Una traslación definitiva a la modernidad, del bautismo y conversión de uno de los personajes más populares de la historia del séptimo arte.



Daniel Craig es sin duda lo mejor del film, un actor capaz de darle un aire fresco, verosímil, enérgico y emocionalmente complejo a una saga que con mucho éxito ha sabido reinventarse al paso del tiempo, razones suficientes para convertirlo en una nueva estrella del celuloide y en uno de los mejores interpretes del sombrío y seductor espía occidental.

Grandes también, en sus respectivos roles, están Jeffrey Wright, Giancarlo Giannini, y el danés Mads Mikkelsen, así como las siempre duales chicas Bond, en esta ocasión la exuberante italiana Caterina Murino, y la gélida belleza de Eva Green, quien logra un enternecedor papel como Vesper Lynd, la doncella que se transformaría en el inevitable primer amor de James Bond.

Un nuevo clásico del mejor cine de aventuras.

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