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miércoles, 20 de mayo de 2009

The Graduate (1967) Mike Nichols

por Pierluigi Puccini

Ben Braddock ha vuelto a casa luego de graduarse, pero aun con un futuro incierto. En una fiesta organizada en su honor, el joven terminará por sucumbir al acoso de la esposa del socio de su padre, la tentadora señora Robinson, quien tiene además una hermosa hija, a quien Ben conocerá eventualmente, iniciando así un viaje catártico, de tropiezos, inseguridad e insatisfacción por la vida de las dos mujeres.
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Una de esas cintas que ponen en el mapa la grandeza de un artista, en este caso la de dos, Dustin Hoffman y Mike Nichols, quienes construyen esta agridulce comedia, una obra emblemática de los 60s, que re definiría no solo el arte cinematográfico de la época, si no que también enseñaría el continuo avatar de la adolescencia, inmersa en aquella década de profundos cambios sociales.
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Desde que inician las inmortales y cautivantes notas de “The sound of silence”, nos adentramos en el ofuscante día a día de Benjamín Braddock, un joven sin aspiraciones y envuelto en el acoso constante de los adultos, de sus padres, de los amigos de estos, y en especial de la Señora Robinson, una insatisfecha madre de familia en busca de algo más que una diversión pasajera.



Con la ya mencionada gran partitura del dúo Simon and Garfunkel, el sesentero y nostálgico diseño de producción de Richard Sylbert, la innovadora fotografía de Robert Surtees, el admirable trabajo de Nichols en la dirección de actores, y el renombrado, afligido y tímido personaje encarnado por el gran Dustin Hoffman; hacen de esta cinta un viaje iniciático por los hitos del séptimo arte. Un film jocoso, irreverente, y magnifico.

Rear Window (1954) Alfred Hitchcock

por Pierluigi Puccini

L.B Jeffries es un fotógrafo con una pierna fracturada, cuyo entretenimiento es el teatro de la vida, el día a día de sus vecinos, los observa y los estudia, descuidando así sus propias obligaciones. Una noche en vela, como cualquier otra, Jeffries muy posiblemente se ha hecho a sí mismo testigo de un crimen pasional en uno de dichos hogares.

Magnifica muestra de la cotidianeidad en un pequeño bloque de edificios de apartamentos, explotando hábilmente no solo la trama de intriga y asesinato, sino también la lucha entre los siempre inconformes intereses masculinos y femeninos dentro de la privacidad del hogar.

Tal vez una de las obras mas entretenidas y ligeras de un Hitchcock que despliega, como siempre, esa capacidad innata tanto de proveer a la audiencia de exquisito romanticismo como de cinismo antológico, de llevarlos a ser participes de las peripecias y la ambigüedad moral de sus personajes centrales, un formidable James Stewart, encarnando a un voyeur confinado a su silla de ruedas, cuyos antojos se concentran en el show que le proporcionan los vecinos de su conjunto residencial, y cuya vida amorosa se tambalea entre su incapacidad para formalizar su relación y la intensidad e insistencia de su bella y adinerada novia, la hermosa y cándida rubia Grace Kelly.



\'La ventana indiscreta\' cuenta con el usual gran apoyo de Robert Burkes en la fotografía, un divertido guión de John Michael Hayes, en su primera colaboración con Hitchcock, y la siempre embelesante maestría del director Británico por adentrarnos en una situación aparentemente común que detonará todo un sinfín de momentos repletos de tensión y desasosiego, una soberbia ejecución de planos subjetivos, de pausado tempo, engranaje necesario para una consecución final más que satisfactoria.

Otro ejemplo paradigmático de suspense que el gran Hitch regalaría a la posteridad.

lunes, 18 de mayo de 2009

David Cronenberg and the cinema of the extreme

Uno de mis cineastas favoritos discute la filosofia detras de su obra en este especial de la BBC. Invitados Alex Cox y George A. Romero.

Taxidriver (1976) Martin Scorsese

por Pierluigi Puccini

En cada calle, en cada ciudad, hay un don nadie que sueña con ser alguien. He aquí el oscuro principio detrás de una de las piedras angulares de la cinematografía mundial.



Posiblemente el testamento fílmico mas notorio que ha legado el italo americano Martin Scorsese, quien junto al guionista Paul Schrader y al actor Robert De Niro, dibuja de manera cruda y punzante el infierno particular de un huraño veterano de guerra, sin mas remedio que dedicar sus noches de insomnio a conducir un taxi por la gran manzana; y a emprender con el paso del tiempo una misión suicida en la que pretende acabar con la escoria que habita como dueña y señora de la jungla de asfalto.

El taxi como símbolo de la soledad y de la creciente perturbación mental de Travis Bickle, como una bomba de tiempo recorre las avenidas neoyorquinas siendo testigo directo del vertiginoso descenso de la sociedad hacia los abismos de la miseria y la depravación, un peligroso panorama en donde hallará a sus dos únicas razones para continuar su azarosa existencia, la bella colaboradora de campañas políticas Betsy (Cybille Shephard) y la prostituta infantil Iris (Jodie Foster) dos mujeres por las que el enigmático taxista iniciará su anhelada obra redentora que implica necesariamente el uso de la fuerza, acción por la que la misma sociedad que el condena lo convertirá paradójicamente en héroe.

Scorsese, un católico; y Schrader un calvinista, erigen esta sobrecogedora metáfora de tintes bíblicos (no en vano Scorsese ya había leído por ese tiempo una copia de ‘la ultima tentación de cristo’ de Nikos Kazantzakis y en su juventud estuvo a un paso de dedicarse al sacerdocio) la intención mística es evidente desde los títulos principales, en los que el vehiculo de Bickle aparece de entre el vapor de las alcantarillas como una bestia abriéndose paso por el averno, y si a eso se le suman las melancólicas y cuasi fantasmagóricas notas orquestales de Bernard Herrmann, y a un inusual desenlace, podría decirse que se trata más de una fantasía mortuoria que de la realidad misma.

Una obra maestra, arrolladora y sensacionalista, que retrata con sapiencia la paranoia y las ansias vehementes de un personaje movido por el pesimismo y la ira.

domingo, 17 de mayo de 2009

Macbeth (1971) Roman Polanski



por Pierluigi Puccini


Macbeth (Jon Finch), valeroso general escocés, recibe la visita de tres brujas que le profetizan que un día será rey. Aprovechando que el rey Duncan (Nicholas Selby) se aloja en su residencia, y espoleado por su esposa (Francesca Annis), Macbeth asesina a Duncan y es proclamado rey de Escocia.

Para mantenerse en el trono, Macbeth se ve obligado a cometer cada vez más crímenes, mientras que su esposa se viene abajo, víctima de los remordimientos.

Una muy interesante versión del clásico de William Shakespeare, dirigida por un áspero Roman Polanski, aun recuperándose del salvaje asesinato de su bella esposa a manos del infame clan del satanista Charles Manson, aquel fatídico 9 de agosto de 1969.

El funesto incidente del que fuera presa Sharon Tate y el hijo aun no nacido de la pareja, fue el conocido detonante para que un devastado Polanski tomara la obra del más grande dramaturgo de la lengua Inglesa y lo transformara en una rampante y exacerbada espiral de violencia.

El film cuenta con la atmósfera típica del director polaco, con su habitual subjetivismo y gusto por el detalle, sobre todo si este lleva el elemento macabro de por medio, esa malsana fascinación ejemplificada en momentos clave de la obra y también del magnifico guión del propio Polanski y Kenneth Tynan, como el preludio al asesinato del rey Duncan, las maquinaciones de Macbeth para deshacerse de Banquo, o el pasaje onírico que vaticina la desgracia del ambicioso monarca Escocés.

En el papel estelar se encuentra un furibundo y perturbador Jon Finch, el mismo de "Frenzy" de Alfred Hitchcock, un gran actor tristemente infravalorado, acompañado por la hermosa y manipuladora Francesca Annis como Lady Macbeth.
Tuesday Weld fue seleccionada para el papel, pero abandonó la producción luego de negarse a hacer una escena como dios la trajo al mundo, y es que hablando de desnudos, la cinta pasó a la historia como la primera en ser producida por la franquicia "playboy" y su fundador Hugh Hefner.

Los incidentes en el set de filmacion no eran menos escalofriantes que la misma película. En una ocasión, algunos miembros del equipo técnico manifestaron su inconformismo frente a una de las sangrientas muertes que suceden a lo largo del film, a lo que un gélido Polanski respondió con sarcasmo: "yo conozco la violencia, deberían haber visto mi casa el verano pasado".

Otro dato curioso (y penoso), en una escena que involucraba a un grupo de niños luego de haber sido masacrados, el afligido director se acercó a una pequeña niña con el fin de explicarle su papel en la trama, mientras la bañaban en varios litros de falsa hemoglobina, Polanski, en muestra de amabilidad, le pregunto a la pequeña rubia de cuatro años de edad cual era su nombre, a lo que ella contesto: Sharon.

Peeping Tom (1960) Michael Powell

por Pierluigi Puccini

El camarógrafo Mark Lewis (Carl Boehm) tiene una curiosa obsesión: filmar rostros. En su peligrosa pasión voyeur por captar sólo expresiones y emociones verídicas, el extraño joven intenta inmortalizar en celuloide los rostros aterrorizados de inocentes mujeres que ven como único remedio gritar por los últimos segundos de vida que les quedan.

Gran película del británico Michael Powell, injustamente vapuleada por la crítica de la época, además de que supondría un rotundo fracaso de taquilla.
Los incisivos e infundados ataques contra la cinta prácticamente condenaron al ostracismo a su infravalorado realizador.

El no menos que ridículo alboroto de la santurrona critica británica de la época se debió a la crudeza, el sadismo y la misoginia que desprenden las acciones del protagonista de la historia, a pesar de no contener ni una gota de sangre.

Se podría decir que a los críticos no les agradó que se les enseñase el día a día de un director de cine tan cruel como ningún otro, un devoto autor de las llamadas “snuff movies”.

Con ribetes hitchcockianos, Powell explora los mismos tópicos de la obra de su compatriota, como el lado oscuro del ciudadano medio, el voyeurismo, el fetichismo y la fascinación por la muerte.
Todo esto llevado a la vida por la gran interpretación de Carl Boehm, un personaje tan taciturno, huraño, tímido y amanerado como su colega Norman Bates; y es que curiosamente Powell, esta vez en solitario, sin su fiel colaborador Emeric Pressburger, y con guión original de Leo Marks, construye un thriller bastante parecido en su trama a “Psicosis”, curiosamente rodada y estrenada casi simultáneamente.

El suspense in crescendo, la estilizada violencia en su mayoría fuera de campo y la atmosférica puesta en escena llevan a “Peeping Tom” a ser una de las joyas ocultas del meta-cine, un film de culto que debe ser descubierto por cualquiera que se considere cinéfilo, como nuestro colega el asesino.

Donald Cammell-- The Ultimate Performance Documentary

Documental sobre la vida y obra de Donald Cammell, artista escocés que ganó notoriedad por su incursion en el cine con la controvertida "Performance" (1968) con Mick Jagger, Edward Fox y Anita Pallenberg.

The Third Man (1949) Carol Reed



por Pierluigi Puccini


La vieja y una vez hermosa Viena, ahora derruida en escombros por la guerra; la prosa de Graham Greene; el hermoso blanco y negro expresionista de Robert Krasker; el apasionante y resonante sonido de la citara de Antón Karas; la teatralidad y barroquismo de Sir Carol Reed; y un par de colosos, amigos en la vida real, Orson Welles y Joseph Cotten. Todo lo anterior puede ser resumido en una sola palabra, simple y llana antología, y de ella esta formado cada rollo, cada palabra e imagen de este monumental e imperecedero paradigma del cine negro.

Como un encargo especial del afamado productor británico Alexander Korda al novelista Graham Greene, así nació “El Tercer Hombre”, una vorágine de intriga y traición bajo la penumbra y el caos de la Viena de la posguerra.

Poco o nada pueden agregar mis palabras sobre una obra tan debatida, estudiada y disfrutada hasta el cansancio por escolares, críticos y cinéfilos, entre los que me cuento. La cinta no es más ni menos que una pequeña gran capsula de tiempo, poseedora de una docena de genialidades, que deleitaran hasta la saciedad a cualquier ser humano que aprecie el arte cinematográfico. Solo observando sus magnéticos encuadres; escuchando sus sagaces diálogos; o admirando la belleza y candidez de Alida Valli, además de la calidad interpretativa de Trevor Howard, Bernard Lee, y sobre todo la de el magnifico dúo del cuasi luciferino Orson Welles y el desencantado y carismático Joseph Cotten; elevando a esta cinta a la categoría en que sigue estando después de casi sesenta años, como uno de los filmes más geniales de la historia del séptimo arte, si no me creen, solo fíjense en la toma que cierra la obra, pura poesía en blanco y negro.

Vertigo (1958) Alfred Hitchcock

por Pierluigi Puccini

Estimado lector, podría iniciar un comentario acerca de esta película de infinitas maneras, sin embargo solo optaré por decir, antes de que usted sea victima de la somnolencia o de la simple indiferencia, que este filme cambió mi vida.

Creo que, siendo un ser humano, no soy diferente a aquellos para los que la palabra, sea hablada o escrita, puede ejercer tanta presión sobre su psique, o su significado puede tener tal envergadura, que les es casi imposible expresarse coherentemente. Debido a ese hecho paradójicamente tan magnifico como infortunado, mis procesos mentales y hasta mi facultad del habla pueden llegar a truncar mis esfuerzos por comunicar las cosas mas grandes que le han pasado a mi vida, como el haber observado, escuchado y sentido por primera vez la obra en cuestión.

Romanticismo es lo que adorna cada fotograma, dialogo, pieza musical, motivo o situación de esta autentica joya del séptimo arte. Cada engranaje o eslabón funciona, de forma individual o conjuntamente, de forma tan perfecta que desde los cimientos, hasta el acabado final, es posible percibir la genialidad de cada uno de los involucrados y de su casi inmaculada forma de hacer cine.

Hablemos de Alfred Hitchcock, realizador británico del que al opinar, puedo pero no deseo ser imparcial, y la forma de responder a eso es que en mi opinión se trata de tal vez el mejor y más influyente cineasta que alguna vez deleito a la crítica y a las masas por igual. Con su impecable narrativa, Hitchcock fue uno de los catedráticos del cine puro, forma en la que el dialogo sustituye a la imagen solo cuando es estrictamente necesario, o cuando en imposible otorgarle información a la audiencia de otro modo inteligible, por lo que en su prodigiosa puesta en escena todo esta dispuesto de tal forma que no hay espacio para la gratuidad.

Vértigo fue para su hacedor, tal vez la obra más personal dentro de su esplendida filmografía. Una declaración de principios que lidiaba con su obsesión por el lado oscuro del ser humano, y por las cabelleras rubias de las damiselas, frías en sociedad pero incandescentes en la intimidad.

El lado oscuro del ciudadano medio es John Ferguson, conocido en círculos mas íntimos como ‘Scottie’ encarnado aquí por un formidable James Stewart, otro miembro del olimpo cinematográfico, sumergido aquí hasta limites insospechados en el personaje más taciturno, huraño y emocionalmente destrozado al que alguna vez dio vida.

El objeto de afecto de Scottie Ferguson no podía ser otra que la rubia platino Madeleine Elster, una irresistible diosa de carne y hueso llamada Kim Novak, quien más que deslumbrar, incendia la pantalla con su inconmensurable belleza y fragilidad. Una fantasía masculina casi inalcanzable.

Alfred Hitchcock trabajó el loable guión partiendo de la novela de la pareja de escritores galos Pierre Boille y Thomas Narcejac, titulada ‘D\'entre Les Mortes’ (De entre los muertos). Primero encargó la adaptación al novelista Maxwell Anderson, con quien había trabajado un año antes en ‘El falso culpable’. El trabajo de Anderson no satisfizo a Hitchcock, quien tuvo como segunda opción a Alec Coppel y luego a Samuel Taylor.

El resultado del guión no fue una mera traslación de la novela original, la cinta bebió también de fuentes como el mito griego de Orfeo y Euridice, el cuento de E.T.A Hoffman ‘el hombre de arena’, y la opera de Richard Wagner ‘Tristan e Isolda’. Esta última es una influencia más evidente en la apoteósica partitura de uno de los fieles colaboradores del director, el compositor Bernard Herrmann, quien lleva cada resplandeciente imagen elaborada por Hitchcock y su habitual fotógrafo Robert Burkes, a extremos de euforia y de tristeza inescrutable.

Toda esa retahíla anteriormente confesada sirve, aunque sea poco, para traducir los intensos e hiperbólicos sentimientos que me invaden cada vez que tengo la oportunidad de presenciar este imprescindible testamento de la pasión vital, la melancolía, la pesadilla, la necrofilia y la obsesión amorosa, más allá de la vida y de la muerte. No son ni mas ni menos que síntomas que me hacen sospechar vagamente que podría sufrir del síndrome de Stendhal, aquella enfermedad psicosomática que afecta al individuo expuesto a una sobredosis de belleza artística, y que causa un elevado ritmo cardíaco, confusión, alucinaciones y, por si fuera poco, vértigo.

El amanecer de un blog

Hoy ha nacido mi blog. un lugar a donde cualquier persona podra acceder y conocer mis gustos particulares.
Un sitio bilingüe dedicado en su mayoria al cine...
Le doy la bienvenida a todos l@s desocupad@s sin nada mejor que hacer. Espero lo disfruten, y si no... pues de malas.