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miércoles, 2 de marzo de 2011

Sorcerer (1977) William Friedkin

En 1980 cuando Michael Cimino, director encumbrado a estatus de dios del cine por Hollywood, gracias a la conmovedora “The Deer Hunter” se embarcó en un proyecto tan quijotesco, ególatra y oneroso (y de escasa valía artística) que terminaría con la bancarrota del estudio United Artists. El penoso western crepuscular “Heaven’s Gate”, que desde entonces acabo también con la “carta blanca” o sentido de libertad absoluta que las grandes productoras le brindaban a jóvenes autores con una nueva visión para hacer cine desde finales de los 60 y por toda la década del 70, la llamada segunda edad de oro del cine americano.

Años antes de aquella hecatombe, hubo un predecesor de Cimino, otro valiente cineasta que imprimió en las retinas y mentes de aquella generación una visión fresca, comprometedora, un “buen funcionario” eficaz y que producía excelentes resultados, su nombre: William Friedkin, su curriculum: The French Connection y El exorcista. Nada menos impresionante.

Al igual que Cimino, Friedkin alcanzó la cúspide financiera y critica. Se había hecho sinónimo no solo de un cine poderoso y personal, estimable artísticamente, sino también de alcance comercial., aumentado las cuantiosas arcas doradas de los estudios con sus dos últimas historias, y como es mandamiento en la meca del cine, a este individuo se le debía conceder libertad ilimitada. Fue así como para su nueva empresa forjó una alianza no con uno sino dos poderosos estudios, universal y paramount.

La decisión tomó por sorpresa a todos, Friedkin decidió que la próxima historia que quería contar sería un remake de la excepcional obra de Henri Georges Clouzot “Le salaire de la peur” en la que unos criminales con muy mala suerte van a parar a una nación latinoamericana que se ha convertido en refugio de prófugos de distintas nacionalidades y para sobrevivir aceptan el encargo de transportar una peligrosa carga de explosivos en 2 camiones a través de la jungla, sorteando toda clase de peligros. Un coctel de drama, aventura y suspenso que deseaba re mezclar a su antojo, y… ¿quién podía decirle que no?


El rodaje se hizo bajo enormes dificultades, el presupuesto se acrecentó considerablemente y debido al conocido perfeccionismo del director también la agenda de filmación se retrasó. Pero lo que hundió por completo el éxito comercial de la película fue la decisión de estrenarla al mismo tiempo que otra, que en un principio se creía también destinada al fracaso, pero que rápidamente y contra todo pronóstico se alzó como una de las más taquilleras de todos los tiempos: Star Wars.

La confianza que se había otorgado Friedkin desde el principio, y a pesar de haberle dado todo a su disposición, dinero, tiempo y confianza le fueron retirados por aquel error en la fecha de exhibición, por competir contra ese coloso descomunal (financieramente hablando). Secuestraron su película, y la mutilaron en la sala de edición.

Los cortes que hizo el estudio aminoraron mucho del suspenso, del desarrollo de los personajes y de la interacción que Friedkin había impreso con excelente técnica. Aunque su fracaso no fue tan estrepitoso como el ocurrido a Cimino cuatro años después, su carrera jamás llegaría de nuevo a la grandeza y la celebridad que una vez le rodearon. Se diría que corrió con la misma suerte de los personajes de su película, entre más alto estaba más dura seria la caída, su destino ya estaba escrito desde el momento en que decidió hacerla, su empresa iba a fracasar y su cabeza iba a rodar.

A pesar de todo, esta problemática cinta, relegada injustamente al olvido, y sometida a las vejaciones de un estudio preocupado solo por dinero, seguirá siendo una obra tan grande como la película en la que se basa, alcanzando cotas de azaroso suspenso y ansiedad, de los que su hacedor es experto, y potenciada también por la ominosa banda sonora de Tangerine Dream.

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