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domingo, 12 de septiembre de 2010

Últimos días de la víctima (1982) Adolfo Aristarain

-"Las mujeres solo traen problemas"- esa frase es pronunciada constantemente en las tres obras de Adolfo Aristarain que he tenido la oportunidad de visionar esta semana.

Parecen resumir que en su cine, inevitablemente y para desdicha de aquel inadaptado, miserable y añoso protagonista masculino, capaz de llegar al mismo infierno por intereses materiales; el camino siempre se le trunca por culpa de una fémina.

Aquí no hay excepción a esa regla. Aristarain vuelve a las calles para retratar el oficio puntual y metódico de un asesino a sueldo (otra vez un formidable Federico Luppi) un ser sin la menor compasión por el prójimo, a excepción notoria de un colega (Ulises Dumont, secundario de lujo de cada entrega del director) y de, por supuesto, unas cuantas mujeres que le saldrán al paso. Pero hay una en especial frente a la que su "ética profesional" comienza a flaquear, nada menos que la mujer de su siguiente víctima.

Me arriesgo a decir que esta sombría exposición de la solitaria vida de un artista del crimen no tiene nada que envidiarle a lo mejor del cine polar de Jean-Pierre Melville (Le doulos, le samourai) que Luppi está una vez más en estado de gracia, y que la trama laberíntica bien podría hacer orgulloso hasta al más versado literato nacido en tierras gauchas, Jorge Luis Borges.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Tiempo de revancha (1981) Adolfo Aristarain

Aristarain da un golpe más feroz y contundente a la sociedad argentina, denunciando el abuso de poder de las grandes empresas y las peligrosas condiciones a las que someten a sus empleados, quienes deben regirse además por un código de silencio, el llegar a romperlo les implicaría una confrontación tipo David y Goliat de la que no saldrán muy bien parados.

Federico Luppi interpreta magistralmente a uno de dichos obreros: Pedro Bengoa, un veterano dinamitero que al conocer el alto riesgo de su oficio en una mina de cobre decide junto a un cómplice iniciar un accidente y fingir que ha perdido la capacidad de hablar, para así lograr que la avariciosa empresa contratante les pague una cuantiosa suma que les permita el escape a una mejor vida.

El golpe no resulta como estuvo planeado en un principio, pero le da la oportunidad al sagaz obrero no solo de pelear por una indemnización justa sino también de exponer las corruptelas que los empresarios han maquinado en las minas; decisión socialmente valedera y justa, pero que terminará por hacer de su vida una amarga pesadilla en la que no se sabe en que momento se destapara la argucia fraguada, y peor aún si se piensa en las represalias que tomaran los poderosos contra su propia vida o la de su familia.

El realizador argentino ahora ya ha adquirido suficiente bagaje (narrativa y presupuestalmente hablando) como para relatar de forma más redonda otra historia de búsqueda vital "por las malas" una odisea que angustiará al personaje central y que jamás dejará limpia su conciencia, no importa cuán metódico este sea, siempre será visto por sus antiguos mandamases como un diminuto e insignificante bicho al que aplastar al menor asomo de un cabo suelto.

Hay una memorable aparición de Julio De Grazia (protagonista de la opera prima de Aristarain) como el artero abogado que instruye a Bengoa en su peculiar ardid.

viernes, 10 de septiembre de 2010

La parte del león (1978) Adolfo Aristarain

La opera prima de Adolfo Aristarain es un gran aporte del país austral al cine negro. (no en vano la dedicatoria al final o el cuadro de Humphrey Bogart que cuelga en una pared) Pero adaptada al contexto latinoamericano. Personajes sumidos en la oscuridad extrema, en el violento y represivo régimen militar. Aquellos años en que la tortura, el homicidio y la desaparición forzada eran el modo más efectivo de arreglar cualquier asunto.


En medio de aquel anquilosamiento social y político, cruza las calles el solitario personaje encarnado por Julio De Grazia, un perdedor de mediana edad que a la menor oportunidad de lucrarse y labrarse un futuro sin más penumbras, decide acudir a la única gente en quien confía. Pero sin la ayuda esperada y al surgimiento de cuitas de mayor cuidado que las de antes, no tendrá otro remedio que ver como el pequeño soplo de vida que llevaba, aunque miserable y monótono, era más seguro y mejor de lo que ahora le espera.

Cine latinoamericano de calidad. Y mejor aún, hecho con agallas.

sábado, 21 de agosto de 2010

Blade Runner (1982) Ridley Scott

La ciudad de Los Angeles fue alguna vez un soleado paraíso, pero en esta pesimista visión del futuro, es un agujero infernal de luces de neón, fabricas de altísima polución y torrenciales lluvias, en donde los humanos luchan una guerra secreta contra la creciente amenaza de androides conocidos como 'replicantes'.

Cinta basada en la novela distópica de Philip K. Dick "sueñan los androides con ovejas eléctricas" y bajo la dirección del esteta británico Ridley Scott, quien a pesar de su a veces innecesario aletargamiento y bordear peligrosamente el simbolismo inane y la vacuidad estética; logra algunos momentos de gran belleza y lirismo, gracias a la fotografía de Jordan Cronenweth, captando a la perfección la atmósfera melancólica y desasosegante del cine negro, trasladado a varios decenios en el futuro. Meritorio también es el trabajo de Vangelis en la banda sonora, y el diseño artístico cyber punk de Syd Mead.

El hecho de haber sido un enorme fracaso comercial produjo varias alteraciones en el filme original, siendo "el corte del director" la mejor opción si se quiere conocer esta obra de la manera en que su realizador la visionó en un principio.

The Machinist (2004) Brad Anderson

Quien no es ajeno al cine de Roman Polanski y particularmente a su trilogía de apartamentos compuesta por obras maestras del terror psicológico como repulsión, el inquilino y el bebé de Rosemary; se sentirá nadando en aguas conocidas, que en el caso presente muy apesar de estar contaminadas por clichés del genero, giros y pistas falsas, doppelgängers y agujeros argumentales; la fantasmagórica puesta en escena y buen pulso de Brad Anderson, junto a la cadavérica e intensa presencia de Christian Bale se unen para olvidar esas falencias y adentrarnos con todo en el cuento de culpa existencial de un obrero de fabrica paranoico esquizoide.

Otros puntos a favor son la presencia de la Británica Anna Massey, veterana del genero, y la música "Hermanniana" de Roque Baños. Pero es Bale quien se lleva mis más sinceros aplausos por someterse de lleno, física y psíquicamente, a su inquietante encarnación.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Brazil (1985) Terry Gilliam

¿Cuando despiertas de tu más maravillosa fantasía, solo logras regresar a tu pesadilla diaria?

El tímido Sam Lowry (Jonathan Pryce) es un empleado de los servicios centrales, una rama del gobierno especializada en inmiscuirse en la vida de los ciudadanos hasta el punto de controlar todo lo que estos realicen. Al mismo tiempo, Sam conocerá a Archibal Tuttle (Robert De Niro) líder de la revolución en contra del gobierno fascista que domina a su gente.

La obra maestra del esteta y ex "monty python" Terry
Gilliam, el único miembro americano del genial grupo de comediantes Británicos de socarrona y acida mirada a la sociedad, las altas esferas y los sacrosantos valores que imperaban en su país.

Esta distopía tragicómica bebe de fuentes tan eclécticas como el "1984" de George Orwell y el delirante "8 1/2" de Federico Fellini. Estas dos influencias son tan marcadas que Gilliam titularía provisionalmente su obra como "1984 y medio"

La carismática interpretación de Jonathan Pryce, la lirica y rimbombante imaginería visual de su hacedor y la etérea banda sonora de Michael Kamen hacen de Brazil una cita obligada a cualquiera que, al igual que Sam, goce de fértil imaginación y los deseos de no sucumbir ante el despotismo de la gran maquinaria estatal.

Un devastador y extrañamente edificante epilogo cierra esta cautivadora sátira. Erigida por algunos, entre los que me cuento, como la gran película de culto de los 80.

The postman always rings twice (1981) Bob Rafelson

En tiempos de la gran depresión americana, un autostopista llamado Frank Chambers (Jack Nicholson) va a parar por cuestiones del destino a una cafetería administrada por un hombre griego (Jhon Colicos) y su joven esposa (Jessica Lange) en el hogar de la pareja se le ofrecerá estadía y un empleado como mecánico automotriz. Solo tras ver a la esposa del hombre, el desempleado, vividor y libidinoso, acepta la oferta.

Basado en la novela homónima de James M. Cain, con guion de David Mamet (su primer encargo) y dirección del amigo de Nicholson, Bob Rafelson.

Un ejercicio que trae de vuelta el cine negro, esta vez mas fiel al morbo de la novela original,
explota de manera explicita con óptimos resultados los encuentros eróticos de la pareja protagonista, imágenes sexuales de las que carece la versión cinematográfica de 1946, debido a los estrictos estándares de censura de la época.

La idónea puesta en escena sirve para retratar la cruda atmósfera de los años 30, en donde se ubica esta inolvidable historia de un amor imposible y de consecuencias fatales, típicas de su corriente cinematográfica, bajo el eterno manto del pesimismo extremo, el fracaso, el romanticismo y la muerte.